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El rincón de mautemático


Las Cosas son como deben, no como deberían Ser.


Salí a comprar leche

Ayer (a eso de las 19 horas) llegué a sentir que se me saldría el corazón, que saltaría fuera de mi pecho y explotaría en un millón de pedazos. Las manos me temblaron y la lengua se me travó. Una hora después, mi corazón seguía en su lugar y mi lengua y mis manos ya no tenían inconvenientes con la realidad.
Prueba superada.✓

Un par de horas más tarde me entró la locura: “Iré al cine”, pero perdí tiempo bañándome y tras mirar nuevamente el reloj, descarté la idea.

Entonces salí, con el pretexto de comprar leche. Pero antes de salir tomé mis llaves, el celular y varias monedas (suficientes para comprar dos litros de leche y con suerte probar algún dulce); Nótese que no llevé conmigo mi Mozilla-morral, ¡grave error!

Justo cuando cerraba la puerta decidí hacer una pausa y revisar si comprar leche iba a ser suficiente para satisfacer mi antojo de cereal con leche. ¡Qué bueno que lo hice, porque no iba a serlo!
Tras descubrir que no tenía cereal suficiente para satisfacer mis grandes exigencias, volví por un poco más de dinero, específicamente un billete de los amarillos, suficiente para comprar una caja de mi cereal favorito o dos de mi cereal no-tan-favorito. Entonces salí.

Ya en la calle, sentí la libertad que siente alguien que se ha autoliberado de su cautiverio sabatino. También sentí un poco de frío. La libertad que sentí fue tan tentadora que no pude evitarlo: Doblé a la izquierda en lugar de seguir derecho. A la leche se llegaba siguiendo derecho.

A la izquierda había puestos en los que vendían una variedad tan impresionante de cosas que apenas pude creer que apenas estaba descubriéndolo.

Pasé varios puestos de comida, uno que otro de electrónicos, algunos de películas, otros de baratijas y no faltaron los de juguetes usados. Mi plan era solamente caminar y mironear, pero el instinto me traicionó y me hizo volver para preguntar “¿Cuánto cuestan las alitas?” a la chica que atendía en un puesto con que tenía un letrero Alitas de pollo adobadas. Soy débil, supongo.

Varias veces me arrepentí por haberme detenido ahí; la mayoría porque el tiempo transcurría demasiado lento mientras freían mis alitas y las preparaban: calculo que estuve media hora ahí parado esperándolas. La otra, cuando varios cientos de metros más adelante encontré un letrero mejor: Ricas alitas de pollo adobadas; cinco pesos más baratas que las anteriores.

Cinco pesos no siempre es mucho, pero en esta ocasión cinco peso era un sexto del precio de las que compré, y un quinto del percio de las que no.

De los puestos de juguetes usados, sólo uno llamó especialmente mi atención: El que estaba a un lado del puesto de alitas. Pude ver que tenían un Beyblade de los que llamamos piratas: Aunque con un disco de ataque de Dragoon F, no me enamoró. Era demasiado libiano y la base era genérica, además del disco de defensa que era de plástico. Debo admitir, sin embargo, que me sentí tentado una vez que el precio bajó de diez a cinco pesos. No lo compré.

De cualquier forma, me sentía muy feliz. El tiempo que transcurría demasiado lento no lo fue tanto, especialmente cuando recibí una llamada de alguien que me quiere mucho. Las cosas se pusieron todavía mejor cuando me percaté que al otro lado de la llamada había otro alguien que me quiere mucho: “Dile que lo quiero cuatrocientos universos”. Me habría sido dificil ser más feliz en ese momento.

Cuando al fin mis alitas estuvieron listas, las guardé por unos minutos. Caminé hacia una tienda con el propósito de conseguir un refresco sabor naranja (uno en particular). No lo logré.
En su lugar, salí de la tienda con un Jarritos de manzana. No tenía idea de su existencia. ¡Tiene un sabor delicioso!

Antes de tener mi nuevo y flamante refresco, pude notar de reojo que en el puesto de juguetes usados había un Pikachu. Quien no sabe lo que es un Pikachu pero sí lo que es un Beyblade no tiene perdón de MEV. No pude acercarme en ese momento porque curiosamente la gente se amontonó en el lugar; sabrán los dioses cuantos juguetes usados magníficos me ganaron.

Así que esperé hasta tener mi refresco para acercarme a preguntar, y por suerte seguía ahí: Precioso. Veinte pesos, me lo dejaban en quince. En seguida noté también un Agumón, en perfecto estado. Dame veinticinco por los dos. ¡Acepto!

Mientras me ofrecían una bolsita para colocarlos, me percaté que había también un Humpty Alexander Dumpty, pero decidí primero comprar la leche y después volver por él. ¡Me arrepiento!

El resto de mi paseo transcurrió sin mucha pena ni gloria, excepto claro por el glorioso sabor de mis alitas de pollo y el Jarritos de manzana. Pregunté el precio de algún teléfono celular: Demasiado caro para mi gusto, ya salieron dos versiones más nuevas. Cuando pregunté el precio de una tableta, me respondieron blabla quinientos, me sorprendí porque una tableta tan fea costara tres mil quinientos, asi que pregunté. Mil quinientos, hombre. Por tres mil quinientos te doy dos y te regalo un celular, es más, te regalo un celular y esa otra tableta. Igual, sólo estaba curioseando.

Volviendo a lo importante (la comida): Mojarras fritas, cortes de carne a la parrilla, eskimos, banderillas de salchicha y queso, papas fritas, tacos, y ya no recuerdo qué más, se sumaron a la lista que hasta ahora estaba conformada únicamente por las alitas de pollo. También había locales de paletas, nieve, flanes y pai.

Fue una caminata muy interesante.

Pero todo lo interesante tiene final. El final de esta salida a tomar aire llegó cuando vi, a unos cien metros, el último puesto. Aposté que era de comida y, como yo ya tenía mucha, decidí regresar.

¡Vamos por ese huevo! Y ya no estaba. Todavía logré ver al señor y la señora guardando los juguetes usados, será para la otra.

Entré a la tienda original, aquella a la que se llega caminando derecho. Compré un cuartito de leche con sabor a fresa, un par de gelatinas sabor a coco y algo más. Y volví a casa.

Cuando entré me di cuenta que había olvidado algo: ¡La caja de cereal!

Ya no había mucho que hacer al respecto, pues tenía aún muchas alitas por comer y un buen botín que presumir.

Prendí la televisión, en lugar de ver algún episodio de las series que me gustan en el teléfono: Había la película de una mujer muy atrabancada, que trabajaba como operadora, creo que en la Torre Latinoamericana. Se le perdió su pareja de baile, Carmelo, y se aventuró a ir a buscarlo hasta Veracruz. ¡Todo para enterarse que Canelo, el hermano de su nuevo amigo trasvesti (un trasvesti que disfrutaba la música de Juan Gabriel) había muerto! Bueno, pero ¿quién es el Canelo ese?

Quiero tener mi historia de amor, como esa. Y escaparme a Lejos Mucho y pisar la arena de la playa, no más porque sí. Si se puede, que venga con juegos de azar y mujerzuelas.

No terminé de ver la película, preferí quedarme con la duda.

Lo que sí terminé fueron las alitas, el Jarritos de manzana y las gelatinas. Y tomé las siguientes fotos del fruto de mi caminata nocturna:

<a href='http://blog.mautematico.com/2014/sali-a-comprar-leche.html/20140301_231219'>20140301_231219</a> <a href='http://blog.mautematico.com/2014/sali-a-comprar-leche.html/20140301_231448'>20140301_231448</a> <a href='http://blog.mautematico.com/2014/sali-a-comprar-leche.html/20140301_231516'>20140301_231516</a> <a href='http://blog.mautematico.com/2014/sali-a-comprar-leche.html/20140301_231708'>20140301_231708</a> <a href='http://blog.mautematico.com/2014/sali-a-comprar-leche.html/20140301_231738'>20140301_231738</a> <a href='http://blog.mautematico.com/2014/sali-a-comprar-leche.html/20140301_231834'>20140301_231834</a>

Casi lo olvido, salí a comprar leche y volví con un litro ✓ y algunas cosas más.
Fue una noche de sólo dos palomitas, pero vaya que valió la pena. ¡Qué buena forma de comenzar el año!

Ahora me marcho. Me pondré guapo, iré a conseguir algo para comer y quizás iré al cine. Esta vez sí llevaré mi Mozilla-morral.